lunes, 13 de enero de 2014

Una semana antes de venirme, estaba tirada en el suelo de mi cuarto. En el suelo de mi cuarto. En el SUELO de mi cuarto. Estaba allí, escuchando pendejadas, escribiendo pendejadas del cuaderno que me traje (porque es mejor tener esas cosas sombrías conmigo siempre, antes que dejarlas en custodia... corriendo riesgo de ser leídas antes de volverse Best Seller). Tenía rabia.

-Todo mal, todo mal todo mal todo mal....
- Pero... y las notas de la U...
- ¡NO MIERDA! Todo mal, todo mal todo mal todo todo todo....

Y se me apagó el computador, y mi celular andaba por ahí sin cargar... sin plata pal pan, sin espacio para echarme a rodar por el suelo. Y escuchaba la escalera crujir a cada rato. Y venian a tocarme la puerta de vez en cuando a preguntar o pedir huevadas. Me iba al baño, me mojaba la cara. Y ya no se notaba tanto lo de los ojos.

Debería buscar pega...
Debería haber ido a pagar la cuota de enero...
Debería mandarle las lucas que le dije a la sra. Rosita...

Tengo paja...

Debe ser el calor. El puto sol que me despierta demasiado temprano... mi manía de mierda de huevear en el computador hasta tarde... Sueño y calor. Que pésima mezcla.

No friends to go out with...
No friends...

Y no salí de casa en todo el día.

Y ya me leí el libro que me mandó la Pancha. Era triste y me dio algo de miedo. Miedo de los mensajes ocultos. De tanto "si hueón... me pasó lo mismo"... de asumir que la muerte a veces encanta más que el amor. No.. no soy yo. Yo muero al final porque no soy lo suficientemente buena, ni lo suficientemente mala. Yo sobrevivo no más. Me criaron para eso.



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