sábado, 11 de enero de 2014

[The Raven That Refused To Sing]

Como lo habíamos acordado el día anterior, antes de ayer me dirigí a eso de las cinco y media a la casa de la Karol. No recordaba vez anterior en la que le haya dado tanta vuelta a eso de arreglarme antes de salir. Supongo que salí tal y ... (pausa. me llaman a hacer deberes domésticos agenos. Sí. A las 22:25)... como hubiese sido pertinente salir a reunirme con las dos... con la producción necesaria para salir una tarde a tomarnos fotos al recinto, por ejemplo, y no ser la que toma la foto. Subieron la tarifa a coihue, me dejaron un buen par de metros más adelante, en donde abundaban más arbustos de las sanjas que una necesaria vereda. Los camiones me peinaban, a un metro de distancia. Me traían en hedor del perro muerto delante de mi.

Luego de titubear bastante para no acabar igual que el desafortunado animal, crucé la carretera al reconocer la blancura de la cabaña que no visitaba desde el cumpleaños pasado de la Gabi, en septiembre. Como siempre el ventanal no tenía visillo, y por alguna razón la puerta estaba abierta. Ahí estaba la tía Roxana, despidiendo a un obrero de los que reciben pensión en su casa, supuse. Estaba sola, con el Tomi. Me impresionó que recordara mi nombre y me saludase con menos rodeo que mis propios sobrinos (tiene la misma edad que mi sobrina menor). Hablamos bastante con la tía, entre que me daba jugos para pasar el calor... Ella en la cocina y yo en la escalera. Tomi hinchaba con armar "la tienda" (le da por hablar igual que en los programas animados traducidos a español mexicano) y me mostraba un video de la Karol con la Gabi, su pololo el Miguel, y su gemelo el Marcelo, cantando "ni una sola palabra, ni gestos ni miradas apasionadas..." de no sé quién. Fue grabado una semana antes de todo. La tía no lo conocía. Y bueno... por más que trato no recuerdo qué tanto hablamos... Aunque de acordarme, no lo publicaría. Fueron temas delicados... Cosas que tal vez ella no hubiese compartido con nadie más... y se lo respeto.

Le acompañé a hacer el pedido semanal al Super de Nacto. Se tomó su tiempo... mientras yo me quedé hablando un rato más con la Susi, compañera del liceo que trabaja allí. Al volver con la tía, iba en la mitad del pedido. En serio, se tomo su buen tiempo... mientras yo contaba preocupada el tiempo, ya que el plan terminaba en regresar a casa a eso de las nueve, en uno de los últimos buses. En la caja se le ocurrió que fuese a comprarle mil pesos de jamón, y en eso me pillé con Manuel, mi ex profesor de música. Iba con una chica y preferí dejarle que me saludara por su cuenta, cuando quisiera, si es que quería. al rato me fue a hablar con un hola, un saludo en la mejilla, de buena onda. De vuelta en la caja, mientras esperaba a la tía que resolviera algo con su targeta volvió a pillarme. Esta vez me preguntó si acaso se me ha ocurrido componer, escribir... que necesitaba un vocalista y se le ocurrió que podría ser yo. Que en su casa tiene de todo para producir. "de escribir escribo harto", le dije... pero también le dije que componer me es dificil... y me respondió que para él también lo ha sido. La cosa quedó en "hablamos", cuando volvió la mina.

... Me carga cuando la gente cambia bruscamente de actitud, se vuelve menos amigable, más tirada, al andar con alguien de la mano.

Luego partimos con la tía y el Tomi a tomar helados a un café cuico del centro, que no conocía. La señora tenía pinta de no ser de acá, y la que me atendió tenía cara de Teresiana. Al final me terminé el chocolate-pistacho a la camioneta, antes de pasar por la Gabi, a la casa de su amiga. Buena onda la Gabi... puso una cara de "What the hell are you doing here...!". Se cagó de la risa cuando me vio. El pelo le creció ene. Es gracioso, pero acabo de percatarme que se lo cortó a la misma edad en que yo lo hice. Solo que yo me lo dejé más corto, más Boy que ella. Esa vez la Berni y la Karol me acompañaron. Ambas guardaron un largo mechón de los míos, e hicieron trenzas. Llegamos y la gabi me mandó unos capitulos de un animé que dejé inconcluso. Hablamos... de su último año en el liceo... de la U... de su fase de no cachar aún para adónde va la micro. Hueá de lo más normal, a todo esto. A la once la tía me enguató como siempre (dice que le caigo bien por eso. Porque pocas veces le digo que no cuando se trata de comida). Y entre chachará la hora pasó increíblemente rápido; igual de increíble que la pesadumbres de mis parpados, de mi temblor corporal, cuando le relaté por única vez cómo fue que viví ese 18 de agosto; cómo fue que me enteré de todo, cómo fue que se desenvolvió todo, entre otras cosas, cómo redacté la famosa carta que leí en el funeral, que tanto le gustó.

Ella se puso de pie, Tomi calló raja en el sillón luego de dar más jugo que nunca... la Gabi y yo nos quedamos viendo videos, hablando de sus fetiches animes, y me la enganché con los míos. Nos vimos los dos primeros capítulos de Hannibal, y me percaté de detalles importantes, que quedan ocultos entre rápidos subtítulos. Una vez arriba, las dos durmiendo en camas paralelas (a mi me pusieron un colchón al lado de la Gabi... fue idéntico a la vez que me quedé a dormir con la Karol en casa de su abuela, y hablabamos de su primer pololeo, de mi enganche con ese cabro que le caía mal a ella y a su ex, hasta la madrugada), me seguía hablando de sus personajes de animé, y yo le escuchaba con paciencia. Con la misma paciencia a la que recurrí cada vez que me tocó levantarme al baño a botar más agua de la que bebí. Botando mililitros de anciedad. Pero pese a eso, concilie un buen sueño. Nada de rareza de dormir allí, en la pieza de la Karol... solo nostalgia. Pero me sentí en casa.

Al día siguiente el Tomi me fue despertar (aunque ya lo estaba), jugamos en el pc, y nos levantamos tarde, la Gabi a trapear y yo a poner cubiertos en la mesa para los que vendrían a almorzar. Luego fuimos a Los Angeles, a por las flores, al parque. Al llegar no sentí nada... o si sentí, sentí bien poco. Vi fotos, adornos navideños... flores no tan secas... el rectángulo de tierra y pasto removidos no hace mucho. La tía le puso las flores... claro que un poco largas, y el viento las votaba. Los coliguachos y los tábanos molestaban a todo mundo y a mi a esas alturas me parecía un mal menor. Al rato llegó una caravana de gente trayendo una pequeño ataúd blanco, en brazos. Tomi nos molestaba, evitándonos la molestia de tener que escuchar los discursos y llantos, metros atrás... Pero la pena estaba. Era apenas un niño o niña. Era demasiado joven, como mi amiga. Tomé un par de fotos que no quiero ver ahora, que tal vez adjuntaré aquí mismo, pero no ahora.

Volvimos al centro, a comer algo. A la tía se le ocurrió ir a la casa de su hermana pero cambió de idea, menos mal. nos fuimos a su casa... yo en silencio, sentada junto a una señora que me cedio el puesto cargando a su niño en brazos, con gafas para evitar el sol y los ojos del resto... Al llegar a su casa tomé mi computador y tuve que despedirme rápido de todos... le había dicho a mamá que volvería unas dos horas antes, aunque ella no parecía estar preocupada por la hora en ese momento... puede que hasta le haya gustado mi visita allá.

De todas formas, volveré el lunes, con suerte.

Volví a casa, agotando las últimas dos barras de carga al celular... sintiendo algo así como alivio, por esta visita. Algo así como tranquilidad. Algo así como lo que llaman en este contexto resignación.

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