viernes, 8 de junio de 2012

Una realidad de las chicas...

"Era aún muy pronto cuando llegué, así que decidí sentarme debajo del reloj en uno de aquellos sillones de cuero que había en el vestíbulo. En muchos colegios estaban ya de vacaciones y había como un millón de chicas esperando a su pareja: chicas con las piernas cruzadas, chicas con las piernas sin cruzar, chicas con piernas preciosas, chicas con piernas horrorosas, chicas que parecían estupendas, y chicas que debían ser unas brujas si de verdad se las llegaba a conocer bien. Era un bonito panorama, pero no sé si me entenderán lo que quiero decir. Aunque por otra parte era también bastante deprimente porque uno no podía dejar de preguntarse qué sería de todas ellas. Me refiero a cuando salieran del colegio y la universidad. La mayoría se casarían con cretinos, tipos de esos que se pasan el día hablando de cuántos kilómetros pueden sacarle a un litro de gasolina, tipos que se enfadan como niños cuando pierden al golf o a algún juego tan estúpido como el ping-pong, tipos mala gente de verdad, tipos que en su vida han leído un libro, tipos aburridos... Pero con eso de los aburridos hay que tener mucho cuidado. Es mucho más complejo de lo que parece. De verdad. Cuando estaba en Elkton Hills tuve durante dos meses como compañero de cuarto a un chico que se llamaba Harris Macklin. Era muy inteligente, pero también el tío más plomo que he conocido en mi vida. Tenía una voz chillona y se pasaba el día hablando. No paraba, y lo peor era que nunca decía nada que pudiera interesarle a uno. Sólo sabía hacer una cosa. Silbaba estupendamente. Mientras hacía la cama o colgaba sus cosas en el armario —cosa que hacía continuamente—, si no hablaba como una máquina, siempre se ponía a silbar. A veces le daba por lo clásico, pero por lo general era algo de jazz. Cogía una canción como por ejemplo Tin Roof Blues y la silbaba tan bien y tan suavecito —mientras colgaba sus cosas en el armario—, que daba gusto oírle. Naturalmente nunca se lo dije. Uno no se acerca a un tío de sopetón para decirle, «silbas estupendamente». Pero si le aguanté como compañero de cuarto durante dos meses a pesar del latazo que era, fue porque silbaba tan bien, mejor que ninguna otra persona que haya conocido jamás. Así que hay que tener un poco de cuidado con eso. Quizá no haya que tener tanta lástima a las chicas que se casan con tipos aburridos.
Por lo general no hacen daño a nadie y puede que hasta silben estupendamente. Quién sabe. Yo desde luego no."
J.D. Stalinger
The Catcher in The Rye


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