jueves, 7 de febrero de 2013

inmobilismo

Hay momentos en que la tensión es tan grande... y el silencio parece imperturbable. Puedes estar ahí mismo con un megafono y un traje hecho completo de luces de arbol de navidad y aún así no provocarías ninguna diferencia. Todo eso desespera demasiado. Tanto que al final, te embarga una amargura densa... te pesa como lo hacen las manchas de petroleo a una foca. Es un sueño que no te deja despierto pero tampoco dormir en paz. Lo único despierto dentro de ti es una rabia, que patalea cual malcriado infante. Destruye salones completos en tu alma. A ti ya no te importa que resulte o no, que se voltee, que cambie de parecer... no te importa ser como los demás. No te importa lograr lo que los demás logran. Tu solo quieres que la rabia desaparezca, porque el desastre en tu interior te duele como el vidrio molido luego de la explosión simultánea de diez mil ventanales. Tu solo quieres matar esa rabia, aun si eso te cuesta matar tu más grande deseo, sentimiento... tu más grande ansia de vivir. No la matarás tú, porque ya no te importa mover un dedo. La rabia morirá presa de la cólera por haber sido descaradamente ignorada por ti. Existía solo gracias a tí, como un Dios existe gracias a su creyente. Tu ya te cansaste de hacerle caso, de sentir su dolor. Tu ya te cansaste de creer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario