viernes, 14 de septiembre de 2012

Montaña Rusa.


Desperté a las seis y media. Permanecí así hasta una hora más. Me levanté con ese dolor de cabeza tan común ahora último. Tome una ducha, tome un té y un pan con la última mortadela que venía quedando. Salí y detuve a la 8B afuera del pasaje. Bajé en el centro, en Portales, a la altura del correo. Hice una fila más o menos enorme en el Serviestado. Un hombre me ofreció cambiarle de puesto, más adelante. Al llegar a la caja la mujer me informa que no hay noticias de ningún pago masivo a mi nombre. Salí de la sucursal con la misma cara de estupefacta con la que miré a la cajera. Para entonces solo contaba con $5 en mi billetera. Lo cómico de todo esto es que aquella hora en la que permanecí despierta en la cama, se me vino a la cabeza aquella idea, de qué ocurriría si por alguna estúpida razón no estaban las benditas quince lucas depositadas. Y la descarté, ya que estamos a casi mediados de mes y nunca demoran en el pago de esas cosas. Y aunque le descarté, me fui de trayecto al centro aún algo preocupada. Caminaba de Portales a Rodríguez y usé los $56 de mi celular para pinchar a mi mamá (colgué apenas contestó. Quise asegurarme de que atendería). Me devolvió el llamado y le pedí que me depositara $1000 a mi cuenta. Al cabo de 20 minutos de aburrimiento me avisó que depositó $2000 (por si me faltaba para algo más, me dijo). 

Al llegar a la U, Jona me encontró en el segundo piso del edificio CT+. Luego de contarle mi talla, me dijo que los famosos pagos se habían ido a la cuenta rut. Fui por la plata al cajero de la U. La maquina está vez me sorprendió realizando mi transacción efectivamente (siempre está vacía, o en mal estado, la muy cabrona). Bajamos a comer al casino, y luego nos devolvimos con Jose a lo que sería una de las clases más cortas que he tenido de Competencia Lingüística. La Miss Mónica solo me habló sobre el 5,0 de la prueba que ya vi en internet, y de otra, que me parece me fue algo peor. Pese a eso, pienso que la señora me tiene paciencia. Tal vez sabe que soy buena, que cuando le hablo en los speakings titubeo de puro insegura que soy. O tal vez ni cree que sea tan buena. Puede que tan solo le guste lo consciente que soy de mis torpezas en los exámenes. Que los reconozco y ya, qué más da (“A la otra me esforzaré más”). Yo le pregunto lo justo y necesario. Ella a veces me aconseja por su cuenta, lo que para mí está bien. Salí de clases, fotocopié el workbook del segundo semestre (me lo pidieron de nuevo, y de nuevo dije que aún no lo tenía), que adjunté al anillado del extramaterial, por mi cuenta, en la biblioteca (me quedo mal. Olvide poner nuevamente la tapa posterior). Pasé toda la tarde en los quinchos con los chicos, de los que algunos llegaron más tarde. Hablando, comiendo, tomando cerveza y viendo como los de ingeniería hacían competir a un profe alemán (que siempre creí que era británico) y a una colombiana jugando al emboque. Me fuí con Anibal y la Ceci, a tomar la 1Variante, con un dolor de estomago más o menos grave (los revoltijos tuvieron la culpa, creo).

Estoy ahora en cama, otra vez. Me gusta estar así, sin mucho que hacer ni que pensar. He estado algo así desde el martes en la tarde, luego de las exposiciones de Diseño Curricular. Incluso ayer me dio para tocar guitarra unos minutos. Mañana vuelvo a casa a pasar mi semana free con mi mamá y hermanos. Supongo que mis amigas me esperarán con algún panorama, o al menos me acompañaran a pasear por los puestos que ponen todos los años en septiembre. Aunque claro, entre eso me haré un tiempo para prepararme con los deberes que, como es de costumbre, mis profes acordaron asignarnos para regreso de las fiestas (leer un libro, estudiar consonantes, escribir entradas en el cuaderno de proceso, un test de inglés…). De todas maneras, estoy bien.

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