Desperté a las seis y media. Permanecí así hasta una hora
más. Me levanté con ese dolor de cabeza tan común ahora último. Tome una ducha,
tome un té y un pan con la última mortadela que venía quedando. Salí y detuve a
la 8B afuera del pasaje. Bajé en el centro, en Portales, a la altura del
correo. Hice una fila más o menos enorme en el Serviestado. Un hombre me
ofreció cambiarle de puesto, más adelante. Al llegar a la caja la mujer me
informa que no hay noticias de ningún pago masivo a mi nombre. Salí de la
sucursal con la misma cara de estupefacta con la que miré a la cajera. Para
entonces solo contaba con $5 en mi billetera. Lo cómico de todo esto es que
aquella hora en la que permanecí despierta en la cama, se me vino a la cabeza
aquella idea, de qué ocurriría si por alguna estúpida razón no estaban las
benditas quince lucas depositadas. Y la descarté, ya que estamos a casi
mediados de mes y nunca demoran en el pago de esas cosas. Y aunque le descarté,
me fui de trayecto al centro aún algo preocupada. Caminaba de Portales a
Rodríguez y usé los $56 de mi celular para pinchar a mi mamá (colgué apenas
contestó. Quise asegurarme de que atendería). Me devolvió el llamado y le pedí
que me depositara $1000 a mi cuenta. Al cabo de 20 minutos de aburrimiento me
avisó que depositó $2000 (por si me faltaba para algo más, me dijo).
Al llegar
a la U, Jona me encontró en el segundo piso del edificio CT+. Luego de contarle
mi talla, me dijo que los famosos pagos se habían ido a la cuenta rut. Fui por
la plata al cajero de la U. La maquina está vez me sorprendió realizando mi
transacción efectivamente (siempre está vacía, o en mal estado, la muy
cabrona). Bajamos a comer al casino, y luego nos devolvimos con Jose a lo que
sería una de las clases más cortas que he tenido de Competencia Lingüística. La
Miss Mónica solo me habló sobre el 5,0 de la prueba que ya vi en internet, y de
otra, que me parece me fue algo peor. Pese a eso, pienso que la señora me tiene
paciencia. Tal vez sabe que soy buena, que cuando le hablo en los speakings titubeo de puro insegura que
soy. O tal vez ni cree que sea tan buena. Puede que tan solo le guste lo
consciente que soy de mis torpezas en los exámenes. Que los reconozco y ya, qué
más da (“A la otra me esforzaré más”). Yo le pregunto lo justo y necesario.
Ella a veces me aconseja por su cuenta, lo que para mí está bien. Salí de
clases, fotocopié el workbook del
segundo semestre (me lo pidieron de nuevo, y de nuevo dije que aún no lo
tenía), que adjunté al anillado del extramaterial,
por mi cuenta, en la biblioteca (me quedo mal. Olvide poner nuevamente la tapa
posterior). Pasé toda la tarde en los quinchos con los chicos, de los que
algunos llegaron más tarde. Hablando, comiendo, tomando cerveza y viendo como
los de ingeniería hacían competir a un profe alemán (que siempre creí que era
británico) y a una colombiana jugando al emboque. Me fuí con Anibal y la Ceci,
a tomar la 1Variante, con un dolor de estomago más o menos grave (los
revoltijos tuvieron la culpa, creo).
Estoy ahora en cama, otra vez. Me gusta estar así, sin mucho
que hacer ni que pensar. He estado algo así desde el martes en la tarde, luego
de las exposiciones de Diseño Curricular. Incluso ayer me dio para tocar
guitarra unos minutos. Mañana vuelvo a casa a pasar mi semana free con mi mamá y hermanos. Supongo que
mis amigas me esperarán con algún panorama, o al menos me acompañaran a pasear
por los puestos que ponen todos los años en septiembre. Aunque claro, entre eso
me haré un tiempo para prepararme con los deberes que, como es de costumbre,
mis profes acordaron asignarnos para regreso de las fiestas (leer un libro,
estudiar consonantes, escribir entradas en el cuaderno de proceso, un test de inglés…).
De todas maneras, estoy bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario