jueves, 20 de septiembre de 2012

Metacognición-Acción

Ayer, durante la mañana y la tarde, me encontré con una sensación desagradable dentro. Recuerdo que desperté y me puse de pie temprano. Era un día gris, de lluvia, de frío. Ahí estaba yo en el sofá que está  justo de frente con la televisión, tratando de leer La Pedagogía de la Esperanza, un reencuentro con la Pedagogía del Oprimido, de Paulo Freire, que me pidieron leer para el ramo Escenario Educativo. La verdad es que leí muy poquito, incluso considerando que me pareció una lectura intensa, emocionante. Digamos que yo no me encontraba ni preparada ni dispuesta para leer.

Por otro lado, mamá estaba en el comedor, haciendo pan. La vi a ella y me vi a mi con los oídos tapados escuchando música, escribiendo, leyendo en Facebook, subiendo fotos a Tumblr... Me sentí miserable. Sentí que eso que hacía no tenía nada de sentido. Que lo tendría mucho más cerrar la computadora e ir a sentarme al lado de mi mamá y ayudarle con su solitario trabajo. Pues bien, así lo hice. Ella siempre dice que prefiere hacer las cosas sola, para asegurarse de que le queden bien. Yo la entiendo, porque ella es muy buena en lo que hace, y porque yo reaccionó de igual forma cuando me ofrecen ayuda en algo que yo sé hacer muy bien sola. El punto era que esta vez era demasiado trabajo para ella sola. Además de que siento que a mi edad no puedo quedarme aun viendo como los demás saben hacer pan y yo no. La cosa es que me dejó quedarme ahí, amasando lo ya amasado, separando pelotitas de masa (no muy grandes ni muy pequeñas, me recalcaba), pinchando cuatro veces a cada una con un tenedor.





Luego ella fué a la casa de mi cuñada a dejarle el queque que hizo para Martincito. Al regresar volvió con empanadas de la consuegra, mi hermana se levantó con ese humor que no me agrada y luego de comer y de aburrirme con las Glorias Del Ejercito televisadas en cada canal, me retiré a mi cuarto para ordenar lo que dije que ordenaría durante toda esta semana. ordené la ropa, tomé una ducha, hice mi cama, me recosté ahí para volver a la lectura y, adivinen qué: leí muy poco otra vez. De hecho tuve más motivación para escribir dos poemas casi al hilo que para leer unas 20 paginas más. Ayer estaba especialmente cargada de una emoción, de un sentimiento, de una preocupación, de una claustrofobia. Una sensación de que nada de lo que haría durante el día me haría estar "bien". Quise salir a caminar pero el día estaba horrible. Quise expresar cosas en mi blog pero recordé que yo misma me censuré. En fin. Ayer fue uno de los días más amargos que he tenido, aunque ni sabía muy bien por qué.

Hoy desperté dos veces. A las ocho y a las diez. la segunda vez me quedé ahí pensando lo que siempre pienso cuando despierto y cuando me acuesto. Saqué la computadora y leí algo más. Las cosas me fueron quedando algo más claras. De alguna forma Paulo se comunicó conmigo, contandome en sus

letras situaciones y reflexiones muy similares a las que yo suelo tener. Aún más impactantes que las demás, fueron estas lineas que clarificaron mi propio panorama, mi propia situación:

"poner al descubierto la razón de ser de mi experiencia de sufrimiento fue suficiente para superarlo. En este sentido, indudablemente me liberé de una limitación que incluso perjudicaba mi actuación profesional y mi convivencia con los demás."

Entonces lo entendí muy bien. Estoy sufriendo. Es un hecho porque siento un malestar. Tambien es un echo que este malestar ha traspasado y afectado a otras dimensiones mías, es decir, la académica y la social. Este malestar es tan grande que lo siento todos los días. Me roba horas reflexionando, analizando  en el. Me roba tiempo que es preciso emplear en mis estudios y en las relaciones con mi familia y mis amigos (tal vez por eso estoy tan antisocial, últimamente). Este estado continúa presente porque no lo he definido ni he pensado ni actuado abiertamente en busqueda de soluciones. Hace unos días, hablaba con mis amigas más cercanas, por separado, acerca de algo que podría tenerme así. De alguna manera les estoy preparando para lo que pudiese venir más adelante, de la decisiones que yo podría tomar. Una de ellas de alguna forma me sugirió que me olvidase del tema, que no lo hiciera. La otra me dijo que lo enfrentara, que acabara con la confusión de una vez.

Reconozco que me molesta hacer todo yo, pero veo que no va quedando de otra, ya que esperar a que salga el sol no me ha resultado para nada productivo. Es hora de actuar y clarificar las cosas por mi cuenta. Realizaré una metacognición. Analizaré la zona en la que me encuentro, en mi caminar. Determinaré un objetivo que me lleve a mi bienestar e idearé un plan para conseguirlo. Me da algo de temor pensar en las cosas que tendré que hacer, aunque sé que pase lo que pase no me "matarán" en mi intento. es un terror al cambio. es como tener un megáfono en la boca pero temer pronunciar las dudas, por lo que pueda resultar como respuesta, o por si no la hay. Pero tengo que hacerlo. Tengo que moverme del estado en el que estoy. Y de hecho no es la primera vez que lo hago. Hubo una vez que lo hice y luego de ello el mal de aquel entonces desapareció. Solo será hacerlo de nuevo, con un objeto y situación distinto.

"Una palabra por mucho tiempo ensayada y jamás dicha, ahogada siempre en la inhibición, en el miedo de ser rechazado que, al implicar falta de confianza en nosotros mismos, significa también la negación del riesgo."

Tengo que ir en busca de esas respuestas claras, frente a frente.

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