Todos los días crecemos un poco. No solo biológicamente, si no que mental y espiritualmente. Yo no estoy igual a hace un año atrás. En eso tuviste bastante razón. Sin embargo no estoy completamente distinta. Uno cuando aprende cosas nuevas las adjunta a otras que ha decidido conservar ya que, o son "útiles” o son “importantes”.
Recuerdos… Supongo que recuerdo aún aquellos episodios que
han resultado más traumáticos durante mi camino. Soy consciente de que no se
irán. No se irán hasta cuando yo misma decida que no me sirven más en mi
memoria. A veces me alegro de algunos buenos momentos. Otras, me pongo triste
por lo que no me salió tan bien. U otras, me avergüenzo de cómo me comporté…
Estoy un poco más
grande. Puedo darme cuenta de mi realidad. De lo que puedo hacer y lo que no.
De lo que quiero y lo que no. De lo que debería y lo que no. De que mis posibilidades, deseos y deberes no son iguales a los de los demás, o a los tuyos. Ahora tal vez mis sueños no son tan
descabellados. Tampoco me frustro tanto, si las cosas me salen mal. Con el
tiempo te acostumbras a tus imperfecciones. Incluso he aprendido a no echar
tanto de menos a quienes no están junto a mí; a no tenerle bronca a los que me
tienen bronca; a los que me hicieron o me desearon mal.
No me molesta tanto si estoy sola. De hecho ni creo que sea
culpa mía. He sido en parte yo, en parte ellos, en parte el contexto, en parte
el entorno y sus posibilidades. No creo mucho en la mala suerte. Creo más bien
que aún soy despistada y me falta un poco más de orden mental. Pero voy bien.
Al menos me gusta creer que soy libre, que tengo mis ventajas. Si quiero me voy
fácil, si quiero vuelvo fácil. Si ahorrara más seguido sería mucho más fácil,
claro está.
Aún soy joven. Aún me miro en el espejo y me agrada lo que
veo; especialmente en las mañanas. Si me cuidara más sería mejor, pero me
gusta. En una de esas si pedaleara más seguido estaría en mejor forma. Si
durmiese un poco más mis ojos no se verían cansados. Si comiese lo justo y
necesario mi pequeña panza desaparecería. Si dejase de fruncir el seño no
parecería que estoy siempre molesta.
Estoy diferente, pero no me quedaré así. No tengo ni la
menor idea de lo que puede ocurrir más adelante. Pero tengo la certeza de que
siento menos miedo que antes. El miedo paraliza. El miedo cierra puertas. Lo
que menos quiero ahora es continuar encerrada.
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