martes, 18 de noviembre de 2014

The right time never came

Los momentos vienen, o vamos nosotros a por ellos?

Yo creo que todos los días una parte de nosotros amanece con la esperanza de que ocurra algo diferente, un quiebre de la realidad como la conocemos. Algo sorprendente. Cuando son las 19:39 te das cuenta de que hoy se parece bastante a ayer y antes de ayer, porque no hiciste demasiado para cambiar las cosas. Así que mejor asumir una culpa, y ver que se hace mañana para que algo 'sorprendente' efectivamente ocurra. 

Hoy desperté con poco sueño... era más cansancio, dolor de cabeza... Que absurdo fue terminar la bendita transcripción y Final Research Project a las cuatro, hundirme en la cama, cubrir mi cuerpo entero y no poder dormir. 

Cuando fui a entregar mi trabajo, en la mañana, con la secretaria, note que había sido la segunda en ir. Apenas la segunda... Pude haber procastinado más, pero esa actitud ya me ha acabado demasiado. Hice hora en el casino (ya no me afecta andar sola por ahí); de pronto llegó este chico que olvidé había congelado en la carrera... llegaron sus amigos mala onda... me fui al centro. 

Muy obediente a lo de 'no vaya a perder la hora', llegue donde el doc. de la U... Esperé y esperé, hasta que el doc llego y me llamó. Le conté mi episodio ansioso, que ya me viene ocurriendo de hace un tiempo... que si me iba al psicólogo o psiquiatra eso lo decidía él... al final me dijo que puede que tenga un trastorno de ansiedad que se da en situaciones puntuales (ahora no recuerdo el nombre), que es de lo mas mainstream, y que pa mientras me recetaba unas pastillas que, como me rejuró, no me harían zombie pero me relajarían lo suficiente pa controlar una crisis. Pastillas que lamentablemente tengo que comprarme yo, con su gentil receta médica. 

En resumen, si no me pasa algo extremadamente cuatico, onda comenzar a sonrojarme, tiritar y convulsionar en público no está ni ahí con mandarme a un especialista. La solución por ahora son unas putas pastillas. 

... Cuando le conté a Tomás el royo de mi ansiedad no podía entender como pasaba eso. Yo tampoco entiendo, la verdad... solo pasa. Básicamente es miedo ridículo a que el cuerpo te traicione y comience a hacer algo extraño en un momento inapropiado. A mi por lo menos me ocurre por eso... Miedo al prejuicio de los demás... 

La primera vez que aparecieron los temblores ocurrieron el 28 de octubre en que cumplí 18. Ocurrió cuando leí el breve mensaje del chico que me gustaba en ese entonces... Recuerdo como se confundió con una felicidad infantil. Y cómo se transformó en bochorno total el 29 cuando leí su respuesta al testamento bíblico que le había escrito yo previamente. Cuando por primera vez me habló de su historia me puse nerviosa... Esa fue la primera vez que temblé tanto. Paso el tiempo... seguí con mis pendejadas... el estaba en otra parada, y dejamos de hablar definitivamente en cuanto entré a la universidad. 

La primera vez que temblé al grado de no poder escribir ocurrió una tarde en que esperaba a que otro chico llegase a mi casa, para ayudarme con un asunto que le había pedido... Estaba en medio de unos ejercicios de Contabilidad y mis manos no me respondían... mi cabeza se inestabilizó un segundo... dando unas sacudidas, siempre tensa. Mientras más se demoraba en llegar más ansiosa me ponía... Al final nunca notó mi problema... Aunque ese día no estuvo ajeno a bochornos (no me ocurrió precisamente a mi, así que no me corresponde contar nada).

Tambien recuerdo que la primera vez que tuve 'pseudo-relaciones sexuales' terminé yendo a orinar más de 5 veces durante esa noche. Desde la perspectiva sexual podría preguntarme si acaso la primera no fue más que una eyaculación femenina retenida... sin embargo es mucho más probable que haya sido parte de los síntomas comunes ansiosos... En fin... me sentí patética al respecto y nunca lo discutí con nadie. 

... recuerdo también mis primeros años en el colegio. En primero me quise cambiar porque mis compañeros me molestaban. Al llegar al otro curso me enamoré de el chico de cabello de príncipe que siempre sacaban a los actos. Todo lo que hacía era perfecto, tenia una mochila roja a ruedas y su mama le hacía los mejores disfraces y presentaciones. Pero digamos que el príncipe era algo muy parecido a Joffrey Lannister. Recuerdo que el solo estar cerca suyo me causaba terror. Yo solo quería ser su amiga, pero no era capaz de tenerle ni a un metro de distancia. Los dolores de estómago no eran mentira. Eran punzantes, me hacían llorar de dolor e impotencia. A penas se dio cuenta de ello sacó ventaja riéndose de mi secretamente cada vez que me ponían a presentar delante del curso... Digamos que desde los 6 hasta al menos 6 años más no fui capaz de presentarme en publico sin sentir ansiedad por sus ojos que me observaban, a mi juicio, con malicia. Mamá supo del tema, pero nunca me llevó a un especialista... en el colegio me hicieron hacer las paces con él una vez... no resultó. Mi papá enviaba cartas a mi profe... en fin. Al final de todo me tocó enfrentarlo y superarlo sola. 

... Supongo que a estas alturas ya podrán deducir ustedes lo que cada una de estas situaciones tiene en común. Que cada cual saque sus conclusiones. Ahora... ¿Qué relación tiene con el título? Solo digamos que para mi lidiar con chicos ha sido difícil desde que tengo memoria, por lo que a mi parecer nunca ha sido 'un buen momento'. Pensándolo bien, es muy entendible querer quedar bien con quien te gusta, por sobre todo el resto de las personas... y esa es mi gran debilidad. Soy una eterna insegura y sugestionada con el tema 'hombres', y muchas veces les he ignorado (desviando la mirada, cruzando la calle, caminando rapidamente con los ojos clavados en mis propios piez), o simplemente abandonado falsas esperanzas, para evitar una situación de la que me podría arrepentir. Increíblemente ahora la situación es distinta con Tomás... hablamos harto y hemos compartido buenos momentos, con la familia y a solas... Y tal vez sea porque he decidido no darle tanta vuelta al asunto ni replanear mi forma de ser o hablar, y comenzar a ser yo misma. Es algo así como dejar de tener miedo al rechazo... aunque quien sabe, mientras más tiempo pase tal vez lo quiera más, y tal vez me preocupe más de la cuenta cómo sería un escenario en el que ya no esté. 

Entonces creo que mi momento correcto en estas cosas nunca ha llegado, ni nunca llegará. Puede que sea yo la que tenga que atreverme a enfrentar momentos y hacer de ellos algo bueno, más allá de las reacciones que pueda provocar.

Y no tomaré pastillas. Porque para eso no tengo plata.


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