viernes, 14 de noviembre de 2014

Hands just want to dance at the carnival



¿Se han puesto a pensar que tal vez el ignorante vive mejor porque dentro de todas las cosas que pueda desconocer también está el terror? Es cierto, no existen las personas ignorantes. Todos conocemos algo. Pero me refiero a los que aún no conocen el terror. Los que no conocen, por ejemplo, las jugarretas que puede jugarles un apartado de la mente.

Como yo lo siento… es como si dentro de mi mente hubiese un poltergeist. Como el de Harry Potter, se acuerdan. Un ser infantil y malvado. Un niño malcriado al que le gusta desconectar cables de mi cabeza y hacerme sucumbir en inestabilidad, repentino descontrol, ojalá crear un bochorno. Ojalá manifestar esa broma suya en mi comportamiento. Ojalá que atraviese la barrera del super yo y llegue a la conciencia. Que atraviese la mente y toque mi cuerpo, maneje mi cuerpo. Ojala me haga su títere por un instante… Que parta por mis manos, por mis pies. Que siga con mi corazón. Que tamborilee carnavales mi corazón.

… Nunca me ha gustado bailar. No he podido controlar mis movimientos de manera tal que deje salir algo hermoso de ellos. Desconfío de mi cuerpo, y siempre he creído que cualquiera podría venir a darme lecciones. Yo prefiero otras maneras de vaciar mi fuente de emociones.

Mis manos están protestando… ya no quieren escribir para mí. Ellas quieren unirse al carnaval. El poltergeist las llama con dulces… ellas tiemblan fascinadas. Yo las necesito. Ellas no me responden. Yo las obligo… las apretó. Las torturo un poco. Solo así me hacen caso.

Hoy tuve test de literatura. Primera pregunta de desarrollo… y apareció el poltergeist. Se tomó mi cabeza. Llegó con su tambor a mi cabeza, marchando, de allí hacía temblar mi cabeza como tiemblan las cámaras de un parlante. ‘Es un pendejo, no le hagas caso y se irá’, pensé. Y como lo pensé en mi mente, él me escuchó. Y tamborileó más fuerte. Y es que pensar en la mente en este caso puede ser como pensar en voz alta. Di vuelta la página a la anterior, a la de multiple choice. Leí atentamente la pregunta que dejé sin responder, para relajarme. ‘Piensa en otra cosa, Paula, por favor’, pensé. Una vez resuelto cual era la respuesta correcta me decidí a encerrar su letra en un círculo, que terminó en un óvalo deforme.

Un poco frustrada, volví a la página de respuestas completas. Traté de terminar la primera respuesta. La letra era considerablemente distinta a la de las otras líneas. Miré impotente los espacios en blanco de las otras dos. Obligué a mis manos. ‘Basta de bailar. Trabajen, que necesito una buena nota’. Apreté mis dedos, y solo así las líneas negras formaron signos legibles. Volví a ser una alfabeta, pensé. Aun con esfuerzo, seguí escribiendo, hasta que completé el segundo párrafo, que respondía a cómo la literatura ayuda a la auto-regulación. Qué oportuno, pensé.

En eso llego la profesora a la sala, y eso como que me relajo, aunque no tanto. Completé la última pregunta, abandoné la sala, no me detuve a comentar la prueba con los demás. Me dirigí a la enfermería. Me dio hora con el médico general para la próxima semana. ‘Si, sí. No perderé esa hora’, le dije. Recibí sus palabras de apoyo moral y me fui.

… Y el carnaval terminó. Y el poltergeist no aparecerá hasta nuevo aviso.

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