lunes, 21 de julio de 2014

Insomnio.

Estoy en el escritorio y no pienso que sea por mucho. Pronto vendrá a ponerme los brazos alrededor del cuello, y este espacio desaparecerá. Me preparé un café con cucharada entera, cargado y sin llenar hasta arriba... casi dos de azucar. Tratemos de cuidar la azucar de ahora en adelante. Acabo de ver a mi vecino cargando la bolsa del pan. Me pregunto si todas las mañanas le agradece a la vida por no haberse ido luego de que el camión ese lo fulminara. Después de todo si puedo disfrutar de algunos milagros. 

Desperté como a las seis y de ahí no duermo. Me banqué las cinco alarmas de mi hermana y mamá... y dos idas al baño. No me levanté a las nueve y media como yo misma insistí que haría. Son las 11 y media y al menos ahora no llueve... Pero de todas maneras me gustaría poder evadir Los Angeles por el día de hoy. 

No dormí y puede que sea porque aun tengo rabia por lo de anoche. Porque en esta casa ni en ninguna de las que he vivido he podido crecer. Siempre habrá una madre y un temor ridículo de por medio. La pancha dijo que tenía que irme de la pensión esa en la que estoy. Habló y habla constantemente de la libertad... y yo le creo. Creo en todas esas cosas. Pero como los religiosos más hipócritas, hago de mis actos algo que no se calca tanto de mis creencias y discursos. Por paja, por miedo. 

Estando ahí pensaba que para cuando él se fuera yo también me querré ir, probablemente. Así de dependiente. Ha. Llegaré a mi pieza y desde allá querré irme no sé dónde. No acá. No tengo puta idea de dónde. No tengo puta idea de si sera a solas o no. Puede que esto sea una buena idea... aunque no de mi agrado. Tampoco soy tan ingenua. Estos días he aprendido que Eros puede darle mil patadas en la raja a Agape. Hacerlo añicos. rompiendo sus novelas

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