martes, 26 de marzo de 2013

Troubled Childhood

Faltan algunos minutos para la salida del laboratorio y no tenía nada que hacer… Nada más aparte de volver a darle vueltas al asunto de las perturbaciones que pudiese estar experimentando ahora.

Me pregunto, ¿Es posible que se vuelvan a abrir portales que me conectan a hechos perturbadores de la infancia? ¿Qué pudo haber provocado este nuevo quiebre? ¿Será que nunca los superé profundamente, y solo me los “salté”, para poner atención en cosas más importantes?

Es muy seguro que no alcanzaré a terminar de escribir esto ahora. Es un tema más o menos profundo… así que, le daré el tiempo que necesite y lo analizaré con toda calma.

Puedo recordad vívidamente dos situaciones que han marcado mi infancia. Una de ellas es la que suelo mencionar siempre… ya saben. Mi quiebre familiar, mi perdida. Como sea, no me referiré a eso en esta ocasión.

Tenía seis años y entré a un colegio nuevo cercano a casa. Estaba llena de entusiasmo pero más que eso bastante temor. Ess muy probable que no haya podido dormir la noche antes al primer día. La primera fue chocante. Puedo recordar como un chico hacía pataletas a la puerta de la sala, tomandose del tobillo de la mamá, implorándole que le llevase a casa. Luego yo misma comencé a estresarme similarmente. Solía lloriqueaarle a mamá o a papá en la puerta del colegio. Dentro del curso no pude hacer amistades. Las niñas me ignoraban y los niños me molestaban, rompían mis cosas… luego de esos primeros días me dirigí a una inspectora, y al director de turno, para que me cambiasen de curso. Todo eso lo hice yo sola. Aun no entiendo cómo es que lo logré.

En el nuevo curso las cosas no fueron mejores… pese a que hablaba con algunas niñas y los niños no me hacían problema, hubo solo uno en especial que me vio y eligió como víctima. Por respeto a él y a su familia no diré nombres. El asunto es que el niño en cuestión me ocasionaba grandes estragos emocionales, mariposas en la guata, lo que sea; cosa normal a esa edad, me imagino. Y me imagino, además, que no era la única que pasaba por lo mismo. Pero tal vez si era la única que reaccionaba de formas particulares. Una de ellas eran mis reales malestares estomacales, sensación de claustro, sonrojamiento, llanto… Simplemente no podía estar a menos de 1 metro suyo.

Esto ocurría siempre, pero una ocasión especialmente retorcida. No sé cual era el tema de mi exposición pero ahí estaba yo, delante de mi grupo curso. Tal vez me temblaban las piernas y la voz sonaba alienígena. Adelante o atrás de los demás, estaba él. Se había puesto su chaqueta del colegio en la cabeza. La única que podía verle era yo. Puede que la profesora no estuviese adelante, si no que atrás. Porque solo recuerdo my bien una cosa: yo era la única que veía su rostro. Yo era la única que veía sus ojos de retorcida fascinación. No me sonreía. Se reía de mi.

Estaba tan segura de esto porque se repetía cada vez que había algo importante que hacer en frente del resto. Vestirme de algo ridículo, recitar un poema, cantar, bailar (sobre todo bailar, era mi mejor debilidad). Ahora último, que me cuestiono de todo, he llegado a poner en duda si esto fue real o parte de mi imaginación. Pero luego pienso: “Claro que no! Lo viví, aunque no hubieran testigos a mi favor. De verdad pasó”.

La cosa se fue repitiendo durante todo primer año básico. Yo lloraba, no quería ir al colegio, me agarraba de las sábanas en las mañanas, exponía a solas con la profesora… algunas me agarraban mala, una que otra niña comenzaba a burlarse de mi…

En segundo básico tuve que confeccionar un par de títeres de calcetines. Uno de ellos tenía el pelo hecho de gruesos hilos fucsia. Al final de la segunda clase de trabajo tendríamos una presentación individual de ellos. Ese día me sentí mal (y sabía por qué; qué ocurriría luego). Me la craneé un rato y cuando me decidí de hacerlo pedí permiso a la profesora para ir al baño, aunque no fue allí a donde fuí.

Crucé el patio pero doble a la derecha y caminé hasta el fondo del pasillo, hasta llegar a la oficina de la inspectora, mamá de una amiga mía, hasta el día de hoy. Ella habrá creído que era por lo de siempre, porque me sirvió un té de manzanilla con esas gotitas que decía eran para hacerme sentir mejor (en realidad solo era agua). Al final le dije todo. Ella fue la primera en saberlo. Se encargó de ubicar a mi profesora jefe, que tenía clases en un salón del pasillo del frente. A esas alturas, mientras acortábamos distancia hasta llegar a la puerta de ese salón créanme, mi pulso era tal, que fácilmente me hubiese ido de paro cardíaco. Llegamos allí y ella le puso al tanto de todo… Mi profesora no hayo nada mejor que llamar a este chico y ponerlo allí mismo, frente a mí. Cuando llegó su cara de consternación fue notable. El era un chico de películas, pienso. Su actuación fue digna de un Oscar.

Le preguntaron de todo, de que si era verdad que me había estado acosando, burlándose, espiándome, incomodándome, o como se le llame a eso que hacía. El lloraba y lloraba y tartamudeaba, y las miraba a ambas. A mí, apenas. Decía que no era cierto, que si a veces reía era por las bromas de los demás chicos… que no había nada particular conmigo. Mi grado de impotencia se disparó mucho más que mi vergüenza. El plan que había planeado y ejecutado con tanta dificultad se había desmoronado, igual que la fe que podía tener en mi verdad; en LA verdad. La profesora nos hizo tomarnos de la mano, y prometer que seríamos a lo menos buenos compañeros. Y ese, fue uno de los actos más humillante que me han tocado hacer.

Recuerdo que a la semana siguiente de eso tuve que hacer mi presentación sola. Nadie aplaudió, nadie río. No hubo nada. Las cosas se normalizaron por un par de meses. No hubo observatorios de parte del chico ni nada. Pero como dije, eso fue por un par de meses. Los años fueron pasando y ambos nos olvidamos de nuestro compromiso (totalmente predecible. No puedes pedirle a niños de 7 años comprometerse a algo tan profundo como aquello. Independiente de que sea lo correcto). Los observatorios psicopáticos regresaron… y yo ya no podía acudir al mismo plan. Estaba algo más grande, y había perdido mi credibilidad.

Fue entonces cuando a la mala (y de verdad, no sé cómo), tuve que empezar a reforzar mi desarrollo personal, tragarme la vergüenza, aunque el chico siguiera obsesionado con mi vulnerabilidad. Más o menos en quinto grado, comencé a ganarme buen protagonismo aportando en clase, sacando buenas notas, e incluso, haciéndome de una o dos buenas amigas.

La verdad es que a pesar de todo, siempre nos hicimos los lesos. No nos llevamos tan mal. Su mamá y tía eran bien amigas con mi mamá, y nos vinieron a ver cuando ocurrió lo de papá. Supongo que fue el acto más bondadoso que hizo en su vida por mí, y yo prefiero quedarme con eso.

Terminando octavo básico nos separaron de cursos, y en segundo medio me fui a estudiar afuera. Cuando regresé al año siguiente no había noticias de él. Se había ido a estudiar a otro lado… o tal vez no. Sus andanzas no eran buenas y optó por no hacer nada consigo mismo, más que hundirse.

Hace dos años recibí una llamada telefónica de una apoderada del curso. Era para mamá, pero fui yo la que respondió. En la llamada me dijo que el chico se había suicidado, el día anterior. La noticia me conmovió, pero no sentí nada. Fue como en el funeral de papá, cuando trataba de llorarlo, pero no me salía llanto. Serenamente y luego de un silencio más o menos anormal le expresé mi pésame, comprometiéndome a estar en su ceremonia funeraria al día siguiente.

Para su funeral nos reunimos muy pocos ex-compañeros. Su prima, que también estaba en nuestro curso, no podía verme la cara. Me agarró rencor hace unos cinco años. Dejé de hablarle por unas cosas que le presté y jamás devolvió, y por sus juntas, que tampoco eran muy buenas. Pero de todas formas, estuve ahí… por respeto, por qué se yo.

Nunca más volví a hablar del tema con mi profesora… he pensado que tal vez en unas de mis visitas al colegio puedo abrir una ventana de esto… preguntar cosas. Preguntar si alguna vez creyó en mí. Anda más ocupada que antes, pero es seguro que tenga tiempo para mí. Aunque sea uno my corto.

Bien, en parte este recordatorio me hace tener las cosas más claras. Me dio un poco de miedo repensar en estas cosas, de primera. Algunos dicen que es insano. Yo me incliné por el lado de la curiosidad. Si no me mató antes, no tiene por qué hacerlo ahora. Y la mejor manera de eliminar los miedos no es archivarlos inconclusamente y enterrarlos en memorias. Es retomarlos, y en la medida de lo posible, enfrentarlos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario