sábado, 2 de agosto de 2014

A mi pieza no

Hoy sábado decidí partir mi día a las 15:15. Para mi, sigo en vacaciones, y no pretendo perturbarme con nada ni nadie. 

Bueno... para eso falta. Ocurre algo estúpido, inusual en cualquier parte menos en esta casa. Vivo en casa de la señora Rosita, no se cuantos años tienes, pero se caracteriza por ser muy sociable y llevada a sus ideas. Le gusta recibirte con bombo y challa, y ojalá te sirvas todo, TODO, lo que te ponga en la mesa (incluso si son guatitas a la italiana). Ella tiene una serie de enfermedades coronarias y otras de otra índole que no recuerdo. Tiene un cocktel de pastillas que tomar a diario, pero creo que no siempre lo hace. Eso sí, nunca se olvida de tomar una tasa de te al desayuno, luego de almorzar y a la once y/o cena. Ella vive con su nieta Josi, hija de su unica hija (suena redundante pero si lo lees con calma lo entenderás), que es un año mayor que yo, estudia algo del area de la salud, y repasa sus ramos gran parte del día y la noche. 

La señora Rosita tiene muchas amistades, aunque a veces se queja de que vienen a verla más en las buenas que en las malas. A ella le gusta hacer fiestas de vez en cuando, pone música de la que hubiesen escuchado mis padres, vienen un par de vecinos, un abogado de edad, familia, y amistades de 20 a 40 años de antigüedad. Igual está marcelo (tiene poco menos edad que mi mama, pero no le gusta que le llame tío), que es bueno para la talla, divorciado, y arrienda una pieza abajo, como yo y el resto.

En fin... esta casa se caracteriza por estar casi siempre con visitas, gente yendo y viniendo... gente subiendo al segundo piso a ordenar lo que acá a veces olvidamos (incluso el baño, sí, que plancha), o de tour guíado por la misma sra. Rosa. 

Anoche, mientras yo y David (un arrendatario) estabamos abajo lidiando con un plato enorme de curanto, un trozo de torta y tarta de manzana, se percataron que había una gotera en la cocina, que estaba inundando el suelo. Como llovió toda la noche, me imagino que hoy en la mañana la situación habrá estado algo más mojada. 

Hoy se suponía que la Sra. Rosita iría a Villarica, a casa de su amigo clemente. Si, el mismo que me dijo ser padre de un ex rector de la Católica de Temuco, y me tiró la talla de "le pica la ingle", por decir si acaso yo "speak English", que me provocó un cuadro de ansiedad leve durante ese almuerzo. Pues bien. Hace un rato subió él con su señora extrañamente no caucásica (raro está, por que su pinta de opus dei no se la quita nadie) al segundo piso, luego que la sra. Rosita gritara el nombre de la Daniela (la chica que llegó el año pasado a arrendar al lado, y el nuevo chiche de la Sra. Rosa, para mi suerte), pidiendole que por favor dejara entrar a estos extraños a su pieza, para revisar por la ventana la canaleta que podría estar teniendo problemas. No me preocupé tanto por ella, porque las veces que he golpeado a su puerta y visto de reojo a su cuarto, he notado que es mucho más ordenada y pulcra que yo. Yo... soy algo más al lote, y aunque ya llevo casi una semana acá, aun no logro reordenar mi pequeño hogar.

Entonces sí, entré en pánico otra vez, porque si no hallaban el problema desde su ventana de seguro golpearían a mi puerta y estarían ahora mismo metidos en mi cuarto, la señora en el techo, y don Clemente hablandome de los doctorados de su hijo y preguntandome sobre mi carrera profesional, familia, entre otros. Me puse a ordenar rapidamente (esconder el desorden, más bien) y me devolví a la cama, atenta a lo que pudieran estar diciendo afuera. Para mi suerte, encontraron que el problema estaba abajo, no se dónde. Cuento corto, dejaron a la Daniela tranquila y bajaron. 

Uds. que opinan: ¿Es correcto tener que lidiar con esto? ¿No atenta acaso con un principio minimo de respeto a la privacidad de uno? 

Al menos ya me va quedando poco para salir de la U... Un año de estudios, de hecho. El otro es de Practica de Internado, con sueldo incluído, suficiente para arrendar una casa o departamento pequeño, independiente, ideal para no mirarle la cara a nadie más que a quien decida acompañarme en ese entonces, que bien puede ser un gato, en el último de los casos. 

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