domingo, 1 de diciembre de 2013

Últimos Preparativos

Minutos más tarde vino una vez más la sra. Edith, a devolverme mi caja para la ropa sucia. Me preguntó si iría y preferí ser sincera. "Te entiendo", me dijo. "Yo tampoco me siento muy bien. Se me nota en la cara, supongo"

Regresó al rato a hacerse el liso conmigo. Tal vez una de las manías de la gente de estratos socioeconómicos más altos sea dejar cosas simples como un alisado en manos de otro. Esa... costumbre o necesidad de sentirse acicalado por alguien más. Algo que algunos otros no sentimos, y desde luego preferimos realizar por nuestra cuenta.

En eso que alisaba su pelo (increible, pero esta señora lo tiene bien cuidado. A excepción de las puntas, sin embargo), me hablaba. Que está cansada de vivir acá... que mi casera le consume, que piensa irse en uno o dos meses más... que quiere rehacer su vida, reunir a sus hijos, compartir con su nieta, qué se yo. Me soltó que algunos amigos de la casa le comentaban que mi cacera parece sentir algo de celos de ella, lo que me pareció algo ridículo. Un comentario bastante egocéntrico, útil para reafirmar mis creencias de que en esta casa, la gente suele hablarse a las espaldas más de lo que he estado acostumbrada a notar en mi tipo de núcleo social. Ciertamente me hace reconsiderar reservarme a mi misma, en mi cuarto. Evadir el hecho de que cada día me quieran incluir más en esta inusual "familia".

Y tal vez en cierto modo no soy tan distinta a la sra. Edith. Compartimos un objetivo. Irnos lejos. Aún me gusta alucinar que tengo una casa como la de Graham... en medio del campo, pero no tan lejos de la ciudad (porque he de trabajar allí, tal vez). Que vivo con mi mamá, que cuando no estoy ella se queda tejiendo y viendo novelas... o jugando con la mascota que en ese entonces vaya a tener. Por las mañanas y las noches, en cama, cierro los ojos pensando y repensando en dónde iré a parar. Hasta el día de hoy mis destinos no son como los habría planeado antes. Es muy seguro que terminé lo que tenga pendiente acá y me marche, no sé dónde. Tambien es muy seguro que vuelva a ocurrir un trago amargo más... en medio de los años que se aproximan. Y ante eso no puedo hacer mucho.

Bernarda me dijo anoche que no sacaba nada con pensar tanto en estas cosas ahora que queda tan poco. No sé que tanto comprende mi pesar, pero intentó decirme algo, y creo que fue atinado de su parte.

En eso me llamó Cristian. Me dijo que acababa de llegar a casa, que mamá le hablo brevemente de mi, que necesitaba plata. "No podemos esperar a que te queden dos lucas, Paula", me dijo. Que tengo que avisarle antes... su voz cansada me recuerda que sin importar cuando se lo pida, no le reconforta tener que enviarme plata. Pero lo toma como una responsabilidad, y hasta el momento la cumple. Me preguntó si viajaría el otro finde, le dije que sí. Que me iba y con eso cerraba este año. Que aún tenía que ponerme de acuerdo con un par de amigos para guardar las cosas que no pueda dejar acá... me ofreció llevar algo de ello a su cuarto en Victoria... me recordó que Don Nicolas estaría de cumpleaños este finde, para que fuese con ellos, a empaparnos de un aire más familiar que el de nuestra casa. Acepté su invitación, le di las gracias, y sin más rodeos, nos despedimos, ambos desanimados, cansados.

Ya organicé todo para mañana. Me levantare temprano a sacar el maldito carné de identidad para que me den un papel actualizado que pueda adjuntar al FUAS. Retiraré la encomienda, compraré un sobre, iré a la U a imprimir lo que falte... estudiaré algo más para la tarde.

Y así acabará mi estrés

Y el jueves... bueno, habrá un último golpe que dar.

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