sábado, 30 de noviembre de 2013

Ayer llegué de mi última práctica, turbada porque nada salió como lo planeamos, o como me lo imaginé. Me eché en medio de mi desastrosa cama con el comptador en mis piernas... a ver si estaba disponible el nuevo capítulo de TWD. Nada. Entonces supuse que era buena hora de hundirme en una nueva trama. Comencé a ver la serial Hannibal, e inmediatamente caí rendida a los pies del extraño Will Graham. Un psiquiatra (creo) turbado cuyos ojos huyen del contacto visual con otras personas, con un extraño exceso de empatía para con los victimarios de las escenas criminales a las cuales la FBI le exige asistir como parte de su inusual trabajo. Imaginar ser el victimario... recrear grotescas escenas asesinas del más diverso calibre y creatividad, en primera persona. Me gusta por su rostro siempre angustiado, su impresionante inteligencia, su dificultad al dormir, su enorme casa en medio de la nada, rodeado de una manada de perros, su única familia. Todo un personaje de ficción, al cual tal vez nunca tendré el agrado de conocer, para confidenciarle un mismo problema: lidiar con personas.



Ahora mismo me siento horrible. El formulario de acreditacion socioeconómica para mantener mi beca me tiene con el alma en un hilo. Ayer me percaté que el plazo oficial para entregar la documentación se vencía ese día. Yo por creerle a un par de amigos dejé todo para el lunes. Ruego a cualquier ser omnipotente que este observando mi angustia que me escuche y haga que, como todos los años, extiendan el plazo de entrega una semana más.

Hoy desperté demasiado tarde, luego de quedarme tocando guitarra y hablando de metal hasta la madrugada con un francés. Agradable y atractivo, el tipo. Sin embargo no se tomó la molestia de preguntar por algún medio de contacto para más adelante. Yo tampoco iba a recordar esa posibilidad. Dije cordialmente buenas noches y me retiré antes. No tenía nada para comer. Solo pan. Me comí dos trozos de marraqueta sola, sin nada para beber porque mis tazas estaban sucias y la maldita esponja de lavar está bastante llena de porquería (me parece verdaderamente sin sentido lavar con algo así, pero al final lo hice). Al rato me retracté. Tomé una taza de té y fui por una ducha. Luego sali a la buena de "Dios" con 1000, en busqueda de los malditos papeles que mamá reunió para mi acreditación y envió por encomienda. Al llegar me entero de que el horario de atención para los días sábados termina extraordinariamente a las 15:00 horas. Para entonces eran exactamente las 16:00.

Fui al supermercado luego de una nueva plancha y luego de pinchar a mi mamá sin que me devolviese el llamado. Fui y gaste mis últimos 4.400 en un par de cosas para sobrevivir por el fin de semana, y el lunes. Al rato me llamo, con un tono medio severo. Le dije que se me había hecho absurdamente tarde para retirar la encomienda pero que lo haría el lunes, y le molestó. Le encargué que me enviase por favor 2.000. En ese momento contaba con 200. ¿Pueden creerlo? Dijo que no tenía, que llamaría a mi hermano, a ver que tal. Me carga pedirle plata a ella, o a mi hermano, que este mes ya me ayudo más de la cuenta. Y me siento estúpida por haberme gastado 10.000 en un maldito abrigo ligero que estaba a 80% de descuento.

Ahora no me siento para nada de bien. No quiero ver ni hablar con gente. La preocupación constante por trámites innecesarios, burócratas, me tiene enferma, harta. Pero ahí vino la sra. Edith, a invitarme a la casa de la sra. Marcela (hija de mi casera, de 40 mas o menos, de derecha, con un sentido del humor un tanto fuera de tono) "solo por un rato". La cosa es que de primera me negue pero cuando dijo "es para no ir sola" (y que va, si estarán todos los de la casa allá), me dio el arranque de empatía (como que a ella no le aguantan mucho, me di cuenta. Porque a veces se las da de que se las sabe todas) y dije "bueno", ahí me avisa cuando salir. En fin. El ofrecimiento fue a las 19:00 hrs. aprox. Y como sé que no será un ratito, puedo concluir facilmente que volveremos pasado las 22:00. Cosa que me sienta mal, considerando que tengo mi último examen pasado mañana, que no me reuní con mis amigos a estudiar, que tengo un ánimo de perros, realmente depresivo. Que aún tengo que arregrar lo de mis documentos...

Mierda.

Odio sociabilizar.

Odio en lo que se ha vuelto mi vida.

Pero queda una semana. Una puta semana y será mi turno de arrancar; dejar todo tirado y dar comienzo a un nuevo claustro de tres meses. No amigos ("solo una", la única, la de siempre), no iglesia, no compañeros... Eso será todo lo que necesite.

Aún así, desearía que algo extraordinariamente impensado ocurra ahora, para excusarme de esta mierda de reunión que no me incumbe.

Solo Graham me entendería, en estos momentos.






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