domingo, 15 de diciembre de 2013

I DRIVE THE HEARSE




 Desperté de uno de los sueños más lúcidos que he tenido. De esos detallistas, que te encantan con texturas, olores, voces, sentimientos y una que otro calco perfecto de las personalidades de los involucrados (hacen y dicen lo que se supone que ellos suelen/solían hacer o decir): “Demasiado vivido para ser un sueño”.

Y me gustaba. No era lo correcto pero era lo que quería. Todo el mundo lo hace al menos una vez. Por qué tengo que seguir el camino amarillo todo el tiempo. Pero era un sueño, y un momento dado me di cuenta. Fue como abrir la puerta de tu casa en pleno temporal. Los pensamientos realistas entraron enfurecidos por la puerta de mi consciencia. Entonces se desvaneció la escena, con mi incredulidad.

Y al despertar me lamenté, por supuesto. Odie la realidad. Odie las decisiones correctas. Odie estar donde estoy (sí, que estúpido), y entre otras cosas me sorprendió enormemente el poder de la memoria. Qué otra cosa puede explicar una reconstrucción inconsciente de un sueño que no sea tu memoria. “Borrar, borrar! Olvidar… DEJAR ATRÁS Y SEGUIR!” no existe. Puedes eliminar relaciones, nexos virtuales, fotos, diálogos, cambiarte de casa. Nunca borras. Mueves recuerdos de lugar, pero no borras. De la consciencia a la inconsciencia. Para colmo no los controlas. Se mandan solos y se abren paso a los demás “departamentos mentales” cuando se les pare la raja. En una noche como la que acaba de pasar, Acabada la fiesta de cumpleaños de mi hermano, todos cansados pero alegres… en otra onda. Un tema totalmente ajeno. Por eso me cago en Cohelo… y en su nota que copié y pegué aquí mismo hace más o menos un año.

Luego de esto, mi tarea será estudiar a Piaget otra vez, o a quien sea que leí sobre el increíble campo de la memoria, o al estúpido y sensual Freud que habla sobre los sueños… Todo esto para derribar supersticiones sentimentalistas de esas que una suele comprar porque suenan bonitas en las novelas. 

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