lunes, 11 de noviembre de 2013

Post Mortem

Hace un mes, más o menos, hablaba con una amiga sobre las gente que se va. Ella estaba triste. Acababa de terminar su relación. Reconozco que en estos casos no soy demasiado empática. Puedo recordar como mis amigas me han confiado sus historias, ante las cuales siempre he mantenido un objetivismo ejemplar. Me parecía poco práctico, casi una perdida de tiempo, llorar por situaciones como esas. Supongo que ahora he de reaccionar de manera diferente.

Aquella vez le conté de mi amiga recién fallecida, en parte para intentar hacerle ver que no era la única que sufría, en parte porque hablar del tema me hace bien (según mi jefa de carrera, y según yo, me acabo de dar cuenta), en parte para hacer un nexo pedagógico con una situación como la suya. 

Ella me planteaba algo así como que no podría olvidarlo. Entonces pensé lo siguiente: Hay personas que se van porque deciden hacerlo, y otras simplemente por una serie de situaciones desafortunadas, fortuitas. Para con los últimos, conserva la esperanza de un reencuentro, si no han muerto. Retiene memorias antes de que los años te arrebaten su nitidez, siente cariño, guarda mementos, si así lo deseas... porque se han ido sin quererlo. Son victimas. Son mártires.
Los primeros no merecen tu duelo, ni tus recuerdos. Y si no han muerto, y solo han desaparecido de tu vida, trátales como difuntos, que de tal vez sea eso lo que desean. 

Y se lo dije, más en breve, más suave, más conciso. De seguro me entendió, pero dudo que lo haya aplicado. Yo lo intento. No me parece justo haber olvidado la voz de mi padre, y estar olvidando los días de colegio, tardes y noches de charlas variadas con Karol. No me parece justo tener mi cabeza más llena de recuerdos menos significativos, pero más bien chocantes. 

Pienso además en el pololo de Karol, a raras veces. Cuando lo hago por más que intento no puedo imaginarme cuantas noches sin dormir habrá pasado, cuanto llanto, cuantos gritos. Cuanta angustia puede experimentar uno a causa de la muerte del "tal vez" amor de la vida. Qué habrá sentido mamá al medio día del sábado 19 de marzo de 2005. ¿Qué sentirá en estos momentos... le ama todavía? Cuanta angustia han de experimentar aquellos que mueren sin ser preguntados.

Y si los años me demuestran que se puede seguir y crecer luego de ese dolor, entonces el resto son pendejadas, una piedra en el zapato que debe ser removida.

Aunque hasta el momento, el tiempo me sigue dando la razón. 

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