viernes, 23 de marzo de 2012

Aquí estoy. Dando señales de vida porque así me lo imploró una inquietud o necesidad de desahogo.Tengo culpa, eso si. Porque debiera terminar de leer "Psicología Evolutiva: Concepto, Enfoques, Controversias y Métodos" de Jesús Palacios, para Persona y Aprendizaje.

Son las once de la mañana. Debería de levantare ahora mismo pero me llamaron por teléfono para avisar que no correría lista al primer bloque de Competencia Lingüística, así que opté por estudiar hasta que sea nueva hora de ponerse en pie para el segundo bloque de C.L. a las 3 o'clock. Hasta ahora llevo... ¿4 páginas? Si, eso creo. No ando con ganas de leer. Me asignaron esta lectura el lunes y es para mañana. De la página 23 a la 78. Yo quedé en la 62. No es lo mismo que cuando leo por gusto (lecturas menos complejas, eso sí) y rapidamente paso 200 y 300 páginas en una semana. No me gusta que e impongan las lecturas. Pero qué más da. Son solo las consecuencias de una carrera netamente humanista . Al menos está mejor que resolver todo el día problemas matemáticos.

Ahora (cuando temía no saber qué más escribir) recordé el sueño que tube hace dos noches, cuando le escribí unos versos a papá en su aniversario. Soñé con él. De acuerdo; el lugar y la circunstancia en la que estabamos son irrelevantes. De pronto nos abrazamos y lloramos, tremendamente. Le promeí que me esforzaré por ser la mejor. Que voy a luchar por aquellos logros que me hagan ser feliz. Le dije que lo quería mucho. Le agradecí todo lo que hizo por mí durante su vida. Besé su mejilla, su frente... le abracé por ultima vez. Me despegué para mirarle. Su rostro estaba pálido. Sus ojos no tenían sus pupilas grices. Fué verle como no quise, en ese ataúd a mis once años. Muerto.

Entonces supe que estaba soñando. Supe que él solo había venido a verme, como no lo hacía hace tiempo. Yo sí creo que los muertos pueden visitarnos en el sueño. Hay algunos antecedentes que me permiten confirmarlo. Mi tía Gloria hace años nos contó que cuando mi primo Eduardo era muy chico soñó con mi abuelo, papá de mi papá. Cuando él se lo dijo le preguntaron cómo era. El se los describió como un señor alto, delgado, de ojos claros, vistiendo un abrigo café. En su casa quedaron perplejos. No por el detalle de su relato. La cosa es, que él simplemente no le conocía (don José Jorge fallecio en los 80' de un infarto; mucho antes que Eduardo, Loreto y yo naciéramos) ni le había visto en fotos ántes. Y en efecto, según cuenta mi tía, él solía usar un abrigo café para salir.

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