miércoles, 29 de abril de 2015

Telar

Me enveneno. Me envenena la culpa, las fotos, más y más recuerdos. Me lleno de remordimiento y un montón de cuentos que casi me convencí de nunca haber comprado.

Me tome la pastillita… me la diste y me la tomé. Tonta niña.

Me viene la ira de la nada. Me viene por todo; pero tú no sabes nada. Tengo un todo en mi. Un Alef lleno de imágenes blanco y negro, sobrepuestas en mi alma. Y a ratos los ojos de mi alma las ven a todas de una vez. Me viene la ira por todo. Tu no las ves, por eso tú no sabes nada.

No es que no te escuche. Es que no te escucho a tu manera. Tu tampoco me escuchas a mi manera. Somos diferentes. Frecuencias diferentes, lenguajes diferentes, historias diferentes, rígidas, resentidas, llenas de egoísmo. Ser flexible es un valor inaplicable, inconcebible, casi imposible.

¿Casi?

Me gustan las letras. Me gusta la gente que usa bien las letras. Usar bien las letras es también hacer arte con ellas. Me enamora el arte de letras. Una palabra me vale más que el tacto, que un par de ojos sugerentes, la sonrisa morbosa, las manos inquietas. Abrázame en mil palabras muy bien tejidas, bien coloreadas, bien escogidas, y entonces yo te daré más que un beso, más que mi vida.

Me deprimo fácilmente de repente, estos días, frecuentemente. Rebusco parafraseos escondidos en mi mente. Suspiro con piropos que son ajenos o no existen. Me tiendo en mi cama y no me duermo aunque me mimen. No son tus brazos, son los miedos que me siguen. Voces sabias y torpes hablando al mismo tiempo me desorientan, me quitan el sueño… no son tus brazos, cariño, es el miedo mío.

Miedo a tener que decir que con este cuento ya no puedo. De decir que renuncio una vez más a quien más quiero… a entregarlo todo por despecho, por orgullo, por confusión o por celos… o tal vez porque nunca he sabido jugar este siempre extraño juego. Juego de a uno, de a dos o más de dos. Juego de sonrisas, promesas, poder y deseo… juego que no sabe lo que es el paso del tiempo.

Han vuelto mis palabras y con ellas mi voz. Mi voz de adentro que se alimenta de poemas ajenos. Un párrafo de un hombre mudo, sin cuerpo, sin rostro, que no sabe ni de mi nombre, que despierta en mi un goce, una alegría color azul noche. ¿Me enamoran las palabras bien tejidas de este hombre? No lo sé. Y si así fuera ni por infiel me retracto…

Porque en la vida aparte de vivir, también hay que saber morir de algo.

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