lunes, 13 de abril de 2015

El dón de la palabra.

Ante la duda y demasiados significados, caigo en la cuenta que nada importa... que no hay razón de frustraciones. Me hundo simplemente por mi condición de humana, por un rol de mujer sensible, por mis principios. Me hundo porque no sé ni quiero saber jugar el juego de las multitudes. Quien gana se roba uno o más corazones, destroza sueños, liquida a quien se cruce. No hay remordimiento. No hay moral.

Camino entre gladiadores y prostitutas, entre estrategas y harpías, entre gobernadores y gobernados, entre vivos y muertos.

Y yo me siento más o menos muerta... una muerta porfiada que busca revivir.

Un amigo me dijo que cortara por lo sano, y no puedo. Este es el punto en que grito y oigo susurros de regreso, los oigo pero no los entiendo. No entiendo lo que me dijo mi amigo... estoy demasiado perdida.

Que hace una mujer yo en un lugar como este, me pregunta un recuerdo. Recuerdo que llevo conmigo en alguna parte del inconsciente. Se ha hundido conmigo en lo espeso del jardín de al lado. Nos enlazamos como si no hubiese más nada que podamos hacer. Me conoce y yo a él. Porque es recuerdo. Yo lo creé.

Vida... vida es muerte de vez en cuando. Cada gota que lloré y no debí llorar. Cae, roza, impacta y se mezcla con la tierra. Vuelve a vivir.

Vida es muerte de vez en cuando. Puede ser ese un buen consuelo?

Cuánto falta para volver a vivir otra vez?

- La decisión la tienes en tu palabra- me dice mi buen amigo.

- Te mereces algo más que la resurrección de tus lágrimas- continua el recuerdo.

Nadie más me dice nada.

... Me muero. Esta vez muero de miedo.

Y esto retumba en los muros del jardín.

No hay comentarios:

Publicar un comentario