- En el
fondo sabes que lo sabes, y que si ocurre tú también tendrás la culpa.
- De qué
me hablas.
- Ya lo
sabes.
- … No.
- Su vida
ha sido caminar por la cuerda floja, desde que lo liberaste.
- Y qué.
Cada cual es dueño de definir su camino y cómo lo andará. Ya no quiero volver a
oir el
mismo cuento. Detente
- No
todos saben ser dueños de sí mismos. Eso también lo sabes.
- Pobres
de aquellos.
- No
sientes lastima.
- No, la
verdad no. Y a propósito, ¿de qué manera tengo culpa en el asunto?
- Tu
decisión fue orgullosa e irresponsable.
- Ha…
esto es interesante. Por favor, explícate.
- Pudiste y quisiste hacerle ver
que estaba hundido en un error. Deseabas abrir sus ojos y demostrarle
que la coexistencia de ambos era no solo posible si no que beneficiosa. Pero tu
orgullo invadió tu juicio y no te atreviste a darle un giro al destino.
- … De qué giro me estás hablando.
No había forma de cambiar nada. Manipular las emociones de otros no es de mi
gusto. Creo en la libertad. Libertad para crecer. Para aprender lecciones y
seguir adelante.
- No me cabe duda que aprendió la
lección. Pero de la forma más dura.
- Tarde o temprano se aprende a
apreciar las consecuencias de nuestras decisiones.
- ¿Tenías que ser tan rigurosa con
la consecuencia?
- No toleraré cuestionamientos. Me he hecho cargo de mi decisión
y seguiré haciéndolo. He decidido vivir mi vida y no continuar con ninguna
secuela de sueños lejanos. Soy el sueño de todas, o de una noche. Quiso
despertar y se lo permití.
- Algunos buscan volver a encontrar
sus sueños con la muerte. La amargura es un peso extra añadido a un cuerpo. Una
vida fragmentada no será suficiente soporte para tal depresión.
- Puedes llamar a la muerte,
pretender que no te observa, o arrancar de ella. Pero todos moriremos, tarde o
temprano.
- Tal vez si le hubieses permitido
conocerte mejor no lo hubiese querido.
- Tal vez. Pero ahora despertó y me
conoce. No me siente, no me observa, no me toca. Pero me conoce.
- ¿Te sientes importante ahora?
- Me siento… “reconocida”.
- Hay algo en tus palabras que no
deja de intrigarme.
- Hay algo en esta conversación que
me llena de tedio.
- ¿… Quieres que me detenga?
- Por favor.
- Lo haría, pero no puedo.
- Ah…
- Es mi labor advertirte.
- … De qué.
- De que te equivocaste.
- …
- ¿Algo más?
- No por ahora.
- Perfecto…
- Nunca es tarde para volver a…
conversar. Estaré donde siempre, si me necesitas.
- Gracias.
- No me
lo agradezcas ahora.
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